Entro en un bar donde anuncian como plato del día macarrones cuatro quesos y nueces. Entro, lo pido, y espero, leyendo un libro. La cerveza, también pedida al mismo tiempo, llega, fresquita y agradable. Los macarrones, no. Pasan quince, veinte minutos, nada. Empiezo a inquietarme. ¿Les habrá pasado algo? ¿Habrán tenido un accidente? No, me contesto, lo sabría, hubieran llamado. Quizás se ha extraviado uno de los cuatro quesos y lo están buscando los otros tres. Puede ser también por el ruido que había en el bar, repleto de gente. Y ya se sabe: mucho ruido, pocas nueces. A la media hora atino a pensar que quizás el cocinero no quiera interrumpir mi lectura, así que cierro “El antropólogo inocente”, que estoy releyendo, y adopto una postura de “estar dispuesto”. Me abstengo de empuñar tenedor y cuchillo. Simplemente acerco mis manos a los cubiertos, casi rozándolos. Pues, por mucho que cueste creer, era eso: no querían interrumpirme, porque a los quince minutos de cerrar el libro y mantenerme firme en mi postura ya tenía ante mí unos macarrones listos para comer. Por suerte, había pocos, con lo que he tardado sólo cinco minutos en acabarlos y he podido llegar puntual al trabajo.
Macarrones…
| Filed under castellano humor